Infieles



Sexo oral, ¿Por placer o por complacer?
Te agachás apoyando una a una tus rodillas en el piso, tomándote de su cintura y luego de sus piernas. Tus ojos no dejan de posarse ni un segundo en el bulto que se dibuja perfectamente en su boxer blanco. La lycra que conforma la tela trasluce, dejándote ver un pene rígido y acomodado en diagonal haciendo fuerza para salirse de la prenda. El prepucio intenta sin éxito cubrir la totalidad del miembro dejando la punta del glande fuera, una población densa de vellos rizados de tono rojizo decoran los alrededores y en la piel clara de un tronco grueso y macizo se dibuja un mapa de venas marcadas por la misma excitación de su poseedor. Con el apuro propio de tu deseo incontenible, con la boca entre abierta y con los labios húmedos con tu propia saliva tirás del elástico con ambas manos, siguiendo con mucha atención cada movimiento generado en aquél trozo de carne. Como el soporte de una grúa que acaba de romperse, el miembro cae ante tu atónita mirada pesadamente, se sacude frente a tu rostro repetidas veces hasta terminar apuntándote directamente a la boca. Abandonás el boxer en mitad de sus muslos, te apoyás con ambas manos sobre sus piernas y acercándote a aquél enhiesto miembro...
Te invitamos a contarnos como seguiría esta historia si la protagonista fueras tú, ¿Te la llevás a la boca y la chupás apasionadamente, lo hacés sin demasiado entusiasmo buscando sólo complacerlo o volvés a ponerte de pié dejándolo con todas las ganas?, contanos... ¿Cuánto disfrutás el practicarle a un hombre sexo oral?

Sexo anal, ¿Lo has disfrutado?
El efecto de succión que hiciste sobre su pene antes de retirarlo de tu boca se escuchó en cada rincón de la habitación, acababas de hacerle una mamada descomunal que te dejó a tí sumamente excitada y a él con el pene completamente duro apuntándo al cielo. Como una gata en celo caminaste a cuatro patas hasta quedar dándole la espalda, una invitación a la penetración que él no pensaba rechazar. Se incorporó y se acomodó detrás de tí, refregándote en el proceso el miembro completamente húmedo de tu propia saliva y de algunas gotas de su enorme excitación. Tomando el pene de la base lo sacudió sobre tu sexo, desparramando tu humedad desde la parte interna de tus muslos hasta la entrada de tu ano. Una parte de tí quería sentir ese pene entrando y saliendo de tu sexo de una vez, pero otra más morbosa quería llegar al límite del placer y entregar definitivamente aquello que él tantas veces te había pedido. Levantaste aún más la cola en el aire, te separaste las nalgas con ambas manos y sin preámbulo alguno simplemente se lo pediste. Mordiéndote los labios en el más profundo de los deseos emitiste pocas palabras, casi como una súplica de tu boca salió un "¡Cogeme el culo, por favor!".
Te invitamos a contarnos como son aquellos momentos, en que la excitación puede más que la razón y el deseo incontenible desborda haciéndote entregar una vez más al placer anal.

Insatisfechas sexuales
La pasión de los primeros tiempos para él había desaparecido como por arte de magia, para tí sin embargo te mantenía igual o inclusive más encendida que en los comienzos. La mala o nula intimidad de la pareja le había borrado el encanto a la relación, desvaneciendo el amor que sentías por él y sacando a relucir sus defectos e inseguridades. Su falta de deseo y el poco interés por recuperarlo, sus constantes complejos con el tamaño de su pene, la falta de rigidez de sus erecciones o la poca duración de las relaciones sexuales que estaban teniendo fueron algunos de los motivos que volvieron el sexo con tu pareja una verdadera tortura. Sin embargo cierta responsabilidad amorosa te hacía aguantar y continuar, pero cada noche que pasaba junto al que prometía ser el amor de tu vida sólo lograba dejarte más insatisfecha. Te invitamos a contarnos como fueron aquellos momentos, en que tu cabeza se debatía entre salir a buscar ayuda para devolverle a la pareja la pasión, camuflar amantes en tu vida cotidiana o terminar la relación de una vez... y para siempre.

Los sonidos del placer
La unión de las maderas cruje cuando los tornillos que sostienen las patas de la cama ceden levemente ante el intenso movimiento que los cuerpos generan. La fricción del roce entre el mueble y el piso produce un chirrido constante que se repite en cada embestida, en cada penetración. La punta del miembro ingresa en lo profundo de la vagina produciendo sensaciones sumamente placenteras, recibidas entre gritos y gemidos de placer. El esfuerzo físico de una intensa relación sexual se refleja en los soplidos y suspiros que los protagonistas emiten y transmiten en el aire. El sexo produce y se refleja en ruidos propios del acto amatorio, sonidos que en ocasiones se tratan de disimular y en ocasiones se dejan escapar sin ningún tipo de disimulo. Te invitamos a compartir con nosotros tu postura, ¿Dejás que oyentes ocasionales sean testigos de tus escandalosas relaciones sexuales o hacés lo imposible por silenciar cada sonido que te deje en evidencia?