¿Es la virginidad sinónimo de pureza?
Fuente: analitica.com
La humanidad ha heredado; en muchas de sus diversas culturas, la creencia en que una mujer que ha mantenido su castidad; que no ha experimentado el coito, está en un estado de pureza; y en algunas de esas culturas, esto se comprobaba mediante un examen físico de los genitales femeninos, para verificar que el virgo, palabra en latín usada para denominar a la membrana mucosa que rodea—y a veces cubre parcialmente—la entrada de la vagina, estaba presente. Se denomina en español; a esa membrana, himen, derivada del latín hymen.
Sin embargo, alguna niñas nacen naturalmente sin esa membrana; y una mujer que posea un himen particularmente flexible; puede conservarlo intacto aún después de haber practicado el coito —aunque esta es una rara excepción-.
El término virgen; significando pureza o impoluto, también se usó—y se usa hoy en día para calificar cosas no humanas, como una tierra de vocación agrícola que nunca ha sido labrada, o una variedad del aceite de oliva; por ejemplo—y aunque los varones no poseen esa membrana mucosa, también son llamados vírgenes cuando aún no han experimentado el coito.
Pero esas creencias intrínsecamente conllevan el equivocado significado de que el coito; especialmente llevado a cabo fuera del matrimonio, es algo sucio, pecaminoso, o que destruye la pureza—cuando el coito no es diferente a ningún otro comportamiento humano que utilice cualquier otro órgano o parte física del cuerpo, como estrechar la mano de alguien, abrazarlo, o besarlo; por ejemplo, y es más, el coito es la cúspide de uno de los sentimientos más sublimes que experimenta una pareja de seres humanos: el amor.
La realidad explicada por la ciencia, nos enseña que esas creencias culturales heredadas sobre la virginidad, son demasiado simples e inexactas, para describir apropiadamente el comportamiento sexual humano natural o normal, y hasta civilizado—el más patente ejemplo es que el hecho cotidiano y presente desde el origen de la humanidad misma, cuando un varón o hembra engaña a su pareja inocente para inducirla al coito, no destruye el anterior estado de pureza del engañado; quien con dicho hecho, simplemente sólo adquiere un nuevo conocimiento o experiencia sobre el funcionamiento de su cuerpo—que es totalmente independiente de las opiniones o juicios que sobre dicho evento posea o emita cualquier otro ser humano.
Uno podría hasta pensar en que es recomendable que una pareja que tiene planes para contraer matrimonio; experimente el coito premarital, ya que el comportamiento sexual de cada persona es tan individual como las huellas dactilares, y esa experiencia podría ser muy importante para determinar la compatibilidad conyugal.
Sin embargo, la ciencia, desde muchas de sus diferentes disciplinas, ha comprobado no sólo la necesidad de una adecuada higiene genital y de conocer los mecanismos para protegerse de las enfermedades de transmisión sexual, así como la adecuada o inadecuada ingesta de líquidos, sólidos, fármacos e inhalación de humos y gases antes, durante y después del embarazo, sino adicionalmente, que el cerebro humano no termina de desarrollarse sino hasta aproximadamente los veintidós años de edad, y por ello, es de suma importancia que tanto hembras como varones posean desde una temprana edad, una extensa y detallada educación sexual, para que antes de involucrarse en un coito, conozcan previamente sus probables consecuencias físicas, psicológicas, emocionales, familiares y sociales—especialmente como evitar incurrir en el hecho denominado hoy en día embarazo precoz que conduce a la inaceptable situación de niños criando niños o de infantes abandonados.
No es aterrorizando a los púberes no adultos, ni mintiéndoles al decirles que el coito es algo sucio, pecaminoso o feo y que “destruye la pureza”, sino utilizando la educación, la información, apoyo social y moral, y legislado, que las actuales sociedades humanas deberían manejar este muy importante y totalmente normal y natural, comportamiento sexual humano.
La humanidad ha heredado; en muchas de sus diversas culturas, la creencia en que una mujer que ha mantenido su castidad; que no ha experimentado el coito, está en un estado de pureza; y en algunas de esas culturas, esto se comprobaba mediante un examen físico de los genitales femeninos, para verificar que el virgo, palabra en latín usada para denominar a la membrana mucosa que rodea—y a veces cubre parcialmente—la entrada de la vagina, estaba presente. Se denomina en español; a esa membrana, himen, derivada del latín hymen.
Sin embargo, alguna niñas nacen naturalmente sin esa membrana; y una mujer que posea un himen particularmente flexible; puede conservarlo intacto aún después de haber practicado el coito —aunque esta es una rara excepción-.
El término virgen; significando pureza o impoluto, también se usó—y se usa hoy en día para calificar cosas no humanas, como una tierra de vocación agrícola que nunca ha sido labrada, o una variedad del aceite de oliva; por ejemplo—y aunque los varones no poseen esa membrana mucosa, también son llamados vírgenes cuando aún no han experimentado el coito.
Pero esas creencias intrínsecamente conllevan el equivocado significado de que el coito; especialmente llevado a cabo fuera del matrimonio, es algo sucio, pecaminoso, o que destruye la pureza—cuando el coito no es diferente a ningún otro comportamiento humano que utilice cualquier otro órgano o parte física del cuerpo, como estrechar la mano de alguien, abrazarlo, o besarlo; por ejemplo, y es más, el coito es la cúspide de uno de los sentimientos más sublimes que experimenta una pareja de seres humanos: el amor.
La realidad explicada por la ciencia, nos enseña que esas creencias culturales heredadas sobre la virginidad, son demasiado simples e inexactas, para describir apropiadamente el comportamiento sexual humano natural o normal, y hasta civilizado—el más patente ejemplo es que el hecho cotidiano y presente desde el origen de la humanidad misma, cuando un varón o hembra engaña a su pareja inocente para inducirla al coito, no destruye el anterior estado de pureza del engañado; quien con dicho hecho, simplemente sólo adquiere un nuevo conocimiento o experiencia sobre el funcionamiento de su cuerpo—que es totalmente independiente de las opiniones o juicios que sobre dicho evento posea o emita cualquier otro ser humano.
Uno podría hasta pensar en que es recomendable que una pareja que tiene planes para contraer matrimonio; experimente el coito premarital, ya que el comportamiento sexual de cada persona es tan individual como las huellas dactilares, y esa experiencia podría ser muy importante para determinar la compatibilidad conyugal.
Sin embargo, la ciencia, desde muchas de sus diferentes disciplinas, ha comprobado no sólo la necesidad de una adecuada higiene genital y de conocer los mecanismos para protegerse de las enfermedades de transmisión sexual, así como la adecuada o inadecuada ingesta de líquidos, sólidos, fármacos e inhalación de humos y gases antes, durante y después del embarazo, sino adicionalmente, que el cerebro humano no termina de desarrollarse sino hasta aproximadamente los veintidós años de edad, y por ello, es de suma importancia que tanto hembras como varones posean desde una temprana edad, una extensa y detallada educación sexual, para que antes de involucrarse en un coito, conozcan previamente sus probables consecuencias físicas, psicológicas, emocionales, familiares y sociales—especialmente como evitar incurrir en el hecho denominado hoy en día embarazo precoz que conduce a la inaceptable situación de niños criando niños o de infantes abandonados.
No es aterrorizando a los púberes no adultos, ni mintiéndoles al decirles que el coito es algo sucio, pecaminoso o feo y que “destruye la pureza”, sino utilizando la educación, la información, apoyo social y moral, y legislado, que las actuales sociedades humanas deberían manejar este muy importante y totalmente normal y natural, comportamiento sexual humano.
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