Médicos estudian "la peligrosa obsesión por el tamaño del pene"
Fuente: elespectador.com
Especialistas en España analizan la creciente e innecesaria demanda para este tipo de intervenciones.
Cada vez hay más hombres que, con un pene de tamaño absolutamente normal y sin ningún tipo de disfunción, acuden a la consulta del médico o del cirujano plástico para solicitar un alargamiento del miembro. El culto al falo viene de antiguo, pero el cine porno ha popularizado tamaños descomunales que no tienen nada que ver con la realidad, y mucho menos con una vida sexual satisfactoria. Esta fantasía es el caldo de cultivo para intervenciones que no sirven de nada y que incluso implican riesgos.
Cada mes Ana Puigvert, andróloga del Instituto Marqués de Barcelona, atiende entre 40 y 50 visitas de hombres preocupados por el tamaño de su pene y que desean alargarlo. El 90% de las veces son varones con medidas que entran dentro de la media: 13,5 centímetros en erección, entre 8 y 10 cuando el miembro está relajado. La doctora Puigvert, que ve unos 2.400 penes al año, llama a esta percepción irreal del propio miembro "síndrome del vestuario". No es una patología, pero sí una percepción irreal que daña la autoestima del hombre.
"Su tamaño es normal, pero las referencias de ciertos medios de comunicación y el cine porno les lleva a sentirse acomplejados y a solicitar en muchos casos un aumento de pene sin que existan razones médicas para ello", afirma Puigvert. El mayor trabajo de la especialista consiste en explicarles que su tamaño es normal, que sus relaciones sexuales pueden ser satisfactorias y que su complejo debe tratarse desde un enfoque psicológico.
Comparaciones odiosas
Según una encuesta realizada por Durex entre 900 mujeres, el 99% consideran que el tamaño no es importante. El 98% afirma que un miembro en erección con un tamaño superior a los 20 centímetros les asustaría. "Pocos chicos nos visitan porque su novia les eche en cara nada, más bien tienen dudas porque se comparan con otros chicos", explica Puigvert.
Esta falsa percepción sobre el propio pene, también conocida médicamente como dismorfofobia peneana, afecta sobre todo a jóvenes de entre 28 y 35 años. "A la larga este complejo daña su autoestima y, por tanto, puede alterar su comportamiento social y su sexualidad", explica Puigvert. El complejo puede ser tan grande que algunos varones incluso evitan situaciones en las que tengan que desnudarse en público, como actividades deportivas o tener relaciones sexuales, y renuncian a trabajos que implican cambiarse en un vestuario, como el de policía o bombero.
A Puigvert le preocupa que a su consulta acudan cada vez más jóvenes de entre 16 y 25 años porque creen que sus atributos sexuales no son suficientes. Algunos incluso van acompañados por sus padres. "Los varones se están adentrando en un problema irreal que hasta ahora sólo afectaba a las mujeres", afirma Puigvert. "Si se aborda este tema desde el punto de vista de la estética, nos estamos equivocando, y mucho", afirma Puigvert.
El problema está en que muchos viven el complejo con vergüenza, en el más absoluto silencio, y este sentimiento es aprovechado por canales de distribución que aseguran el anonimato. Internet y la televisión proponen la venta por correo de pastillas, cremas y alargadores de pene que no sirven de nada. Pero también cada vez son más las clínicas que practican ciertas cirugías más que dudosas y que, sin haber ningún problema inicial, pueden acabar poniendo en peligro la salud del varón.
Falsas promesas
"Las pastillas que se venden en Internet ni se sabe qué llevan y las cremas no sirven para nada", afirma Puigvert. En cuanto a los aparatos alargadores de pene, "se aconseja llevarlo entre 8 y 10 horas al día durante un año, algo que nadie soporta y que no sirve para nada", afirma Puigvert, cuyas opiniones le han costado alguna reprimenda de los fabricantes de este tipo de aparatos.
Según José Jara, urólogo-andrólogo del hospital Gregorio Marañón, los alargadores someten a los tejidos a una tensión continua que durante horas, días y meses puede llegar a alargar el pene, pero tan poco que el sacrificio quizá no valga la pena. El problema está en que la constancia que requiere puede provocar otros daños. "Hemos visto a pacientes que lo han utilizado con el glande inflamado, pero al menos es una situación absolutamente reversible", observa Puigvert.
Autoestima masculina
"El tamaño del pene es algo inherente a la fisiología del invididuo. Hoy por hoy la única alternativa es la cirugía, pero los beneficios también son pocos", afirma Puigvert. Y dependiendo de las técnicas, las complicaciones pueden ser muchas. ¿En qué casos se aconseja operar? Tanto Jara como Puigvert coinciden en que sólo lo recomendarían a los varones con micropenes (menos de seis centímetros en erección) o con malformaciones. En realidad, una minoría de las consultas. En pacientes que necesitan una inyección de autoestima masculina, "la cirugía sólo tiene un efecto psicológico siempre y cuando las expectativas del paciente sean realistas", afirma Puigvert. Los 600 varones que al año le consultan por este motivo reciben soporte psicológico. Y sólo 10 acaban pasando por el quirófano.
La cirugía menos invasiva para alargar con riesgos menores consiste en cortar un ligamento que une el pene al cuerpo, el ligamento suspensorio, y volver a fijarlo más adelante. Así se consigue que el pene sobresalga entre 1,5 y 2 centímetros más, un aumento ínfimo para quienes buscan dimensiones enormes. "El mayor problema secundario puede ser la decepción o, si no se ha hecho bien, una cicatriz molesta", explica Puigvert. Jara añade que en algunos casos puede hacer que el pene se desvíe durante la erección. La ganancia sólo resulta significativa para los varones con un auténtico micropene. "Para ellos ganar dos centímetros supone aumentar su tamaño un tercio", afirma Puigvert.
Las clínicas (algunas con urólogos-andrólogos, otras con cirujanos plásticos) que prometen tamaños mayores recurren a otro tipo de técnicas realmente arriesgadas, con implantes que se utilizan para la impotencia que incluso pueden provocar disfunciones que en el individuo sano no existían. "Además, si no hay problemas de potencia, su erección dejará de ser fisiológica y quedará ya sujeta para siempre al aparato implantado", explica Jara.
La asociación El Defensor del Paciente lleva unos años recibiendo quejas de hombres que buscando más centímetros han acabado con auténticas disfunciones e incluso deformidades en su miembro, según Carmen Flores, presidenta de la asociación. "El problema es que viven su situación con tanta vergüenza que resulta difícil que lleven adelante acciones legales", explica. Muchas de estas quejas son por técnicas de engrosamiento. "Se implantan grasas que el organismo va reabsorbiendo y que pueden dar lugar a deformidades del pene", explica Jara.
Especialistas en España analizan la creciente e innecesaria demanda para este tipo de intervenciones.
Cada vez hay más hombres que, con un pene de tamaño absolutamente normal y sin ningún tipo de disfunción, acuden a la consulta del médico o del cirujano plástico para solicitar un alargamiento del miembro. El culto al falo viene de antiguo, pero el cine porno ha popularizado tamaños descomunales que no tienen nada que ver con la realidad, y mucho menos con una vida sexual satisfactoria. Esta fantasía es el caldo de cultivo para intervenciones que no sirven de nada y que incluso implican riesgos.
Cada mes Ana Puigvert, andróloga del Instituto Marqués de Barcelona, atiende entre 40 y 50 visitas de hombres preocupados por el tamaño de su pene y que desean alargarlo. El 90% de las veces son varones con medidas que entran dentro de la media: 13,5 centímetros en erección, entre 8 y 10 cuando el miembro está relajado. La doctora Puigvert, que ve unos 2.400 penes al año, llama a esta percepción irreal del propio miembro "síndrome del vestuario". No es una patología, pero sí una percepción irreal que daña la autoestima del hombre.
"Su tamaño es normal, pero las referencias de ciertos medios de comunicación y el cine porno les lleva a sentirse acomplejados y a solicitar en muchos casos un aumento de pene sin que existan razones médicas para ello", afirma Puigvert. El mayor trabajo de la especialista consiste en explicarles que su tamaño es normal, que sus relaciones sexuales pueden ser satisfactorias y que su complejo debe tratarse desde un enfoque psicológico.
Comparaciones odiosas
Según una encuesta realizada por Durex entre 900 mujeres, el 99% consideran que el tamaño no es importante. El 98% afirma que un miembro en erección con un tamaño superior a los 20 centímetros les asustaría. "Pocos chicos nos visitan porque su novia les eche en cara nada, más bien tienen dudas porque se comparan con otros chicos", explica Puigvert.
Esta falsa percepción sobre el propio pene, también conocida médicamente como dismorfofobia peneana, afecta sobre todo a jóvenes de entre 28 y 35 años. "A la larga este complejo daña su autoestima y, por tanto, puede alterar su comportamiento social y su sexualidad", explica Puigvert. El complejo puede ser tan grande que algunos varones incluso evitan situaciones en las que tengan que desnudarse en público, como actividades deportivas o tener relaciones sexuales, y renuncian a trabajos que implican cambiarse en un vestuario, como el de policía o bombero.
A Puigvert le preocupa que a su consulta acudan cada vez más jóvenes de entre 16 y 25 años porque creen que sus atributos sexuales no son suficientes. Algunos incluso van acompañados por sus padres. "Los varones se están adentrando en un problema irreal que hasta ahora sólo afectaba a las mujeres", afirma Puigvert. "Si se aborda este tema desde el punto de vista de la estética, nos estamos equivocando, y mucho", afirma Puigvert.
El problema está en que muchos viven el complejo con vergüenza, en el más absoluto silencio, y este sentimiento es aprovechado por canales de distribución que aseguran el anonimato. Internet y la televisión proponen la venta por correo de pastillas, cremas y alargadores de pene que no sirven de nada. Pero también cada vez son más las clínicas que practican ciertas cirugías más que dudosas y que, sin haber ningún problema inicial, pueden acabar poniendo en peligro la salud del varón.
Falsas promesas
"Las pastillas que se venden en Internet ni se sabe qué llevan y las cremas no sirven para nada", afirma Puigvert. En cuanto a los aparatos alargadores de pene, "se aconseja llevarlo entre 8 y 10 horas al día durante un año, algo que nadie soporta y que no sirve para nada", afirma Puigvert, cuyas opiniones le han costado alguna reprimenda de los fabricantes de este tipo de aparatos.
Según José Jara, urólogo-andrólogo del hospital Gregorio Marañón, los alargadores someten a los tejidos a una tensión continua que durante horas, días y meses puede llegar a alargar el pene, pero tan poco que el sacrificio quizá no valga la pena. El problema está en que la constancia que requiere puede provocar otros daños. "Hemos visto a pacientes que lo han utilizado con el glande inflamado, pero al menos es una situación absolutamente reversible", observa Puigvert.
Autoestima masculina
"El tamaño del pene es algo inherente a la fisiología del invididuo. Hoy por hoy la única alternativa es la cirugía, pero los beneficios también son pocos", afirma Puigvert. Y dependiendo de las técnicas, las complicaciones pueden ser muchas. ¿En qué casos se aconseja operar? Tanto Jara como Puigvert coinciden en que sólo lo recomendarían a los varones con micropenes (menos de seis centímetros en erección) o con malformaciones. En realidad, una minoría de las consultas. En pacientes que necesitan una inyección de autoestima masculina, "la cirugía sólo tiene un efecto psicológico siempre y cuando las expectativas del paciente sean realistas", afirma Puigvert. Los 600 varones que al año le consultan por este motivo reciben soporte psicológico. Y sólo 10 acaban pasando por el quirófano.
La cirugía menos invasiva para alargar con riesgos menores consiste en cortar un ligamento que une el pene al cuerpo, el ligamento suspensorio, y volver a fijarlo más adelante. Así se consigue que el pene sobresalga entre 1,5 y 2 centímetros más, un aumento ínfimo para quienes buscan dimensiones enormes. "El mayor problema secundario puede ser la decepción o, si no se ha hecho bien, una cicatriz molesta", explica Puigvert. Jara añade que en algunos casos puede hacer que el pene se desvíe durante la erección. La ganancia sólo resulta significativa para los varones con un auténtico micropene. "Para ellos ganar dos centímetros supone aumentar su tamaño un tercio", afirma Puigvert.
Las clínicas (algunas con urólogos-andrólogos, otras con cirujanos plásticos) que prometen tamaños mayores recurren a otro tipo de técnicas realmente arriesgadas, con implantes que se utilizan para la impotencia que incluso pueden provocar disfunciones que en el individuo sano no existían. "Además, si no hay problemas de potencia, su erección dejará de ser fisiológica y quedará ya sujeta para siempre al aparato implantado", explica Jara.
La asociación El Defensor del Paciente lleva unos años recibiendo quejas de hombres que buscando más centímetros han acabado con auténticas disfunciones e incluso deformidades en su miembro, según Carmen Flores, presidenta de la asociación. "El problema es que viven su situación con tanta vergüenza que resulta difícil que lleven adelante acciones legales", explica. Muchas de estas quejas son por técnicas de engrosamiento. "Se implantan grasas que el organismo va reabsorbiendo y que pueden dar lugar a deformidades del pene", explica Jara.
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