Chicas caras: adolescentes que se prostituyen sin ninguna culpa
Fuente: minutouno.com.ar
La periodista Teresita Ferrari te cuenta en su nuevo libro la historia de diez chicas que asumen la prostitución con la naturalidad de una profesión cualquiera.
Alertada por el crecimiento de estas prostituciones “no convencionales”, la periodista Teresita Ferrari tomó contacto con chicas de diferentes procedencias y clases sociales, quienes asumen la prostitución con la naturalidad de una profesión cualquiera y se mantienen indiferentes a los tabúes, a los peligros y preconceptos que esta actividad y el inconsciente colectivo construyen sobre ellas mismas.
"Chicas caras", de Editorial Atlántida, es el resultado de dos años de investigación. En el libro, las diez jóvenes entrevistadas (a las que se cambiaron los nombres para preservar su integridad) relatan en primera persona cómo llegaron a intercambiar sexo por dinero, cómo son sus familias y por qué creen que no existen motivos para vivir con culpa "esto de cobrar”.
Aquí, algunos fragmentos del primer capítulo que ilustran muy bien el subtítulo de la obra: "Adolescentes que se prostituyen. Crónicas de consumismo y desamor":
"La extraordinaria belleza externa de Martina es evidente. Flaca y altísima como un junco, tiene una cara perfecta. El pelo larguísimo, lustroso y revuelto. Pero son sus ojos los que impresionan: esos ojos acaramelados o verdes, según cambie la luz, son ilegibles. Están deshabitados. Brillan duros y recelosos. Aunque miran, parecen no ver nada. (...)
(En la entrevista) Cuenta que es la mayor de dos mujeres, y que entre padres y abuelos se dedicaron siempre a darle seguridad en sí misma, a confirmarle que esa belleza descomunal le fue dada por la naturaleza y que debía cuidarla y hacerla valer. “¿Hacerla valer?”, repregunto un poco sorprendida ante la forma de ver la vida y cotizar la belleza puertas adentro de la familia, más propia del cóctel de glamour y negocios que se respira en las revistas o las pasarelas. “¡Me vas a decir que es lo mismo ser linda que fea!” (...)
Ahora es Martina la que se muestra sorprendida de mi ¿ingenuidad? Hay una explicación, y se la sabe de memoria. “Si sos linda y te vestís bien podés tener más oportunidades de plantarte en la vida, de ganar más, no sé... de tener otras oportunidades. Como dice mi vieja: si sos horrible, ya perdés en la primera entrevista para un laburo. Con los tipos ni hablar. Mis amigos se cagan de risa de chicas feas. Yo me sentiría un asco…" (...)
Martina lo tiene claro sin usar ninguna metáfora: ella es linda y puede sacar provecho de eso. Vale ser linda. La belleza tiene un valor de mercado. Un valor puesto por los hombres y en este caso por los deseos de hombres que todavía admitirían el diminutivo en el sustantivo y en varios adjetivos. (...)
Martina practica la prostitución entre sus compañeros del colegio y de salidas. Cobra muy bien y asegura que, manteniendo la virginidad, como asegura es su caso, lo suyo no es prostitución. “Que no me jodan con lo de prostitución… ¿Y el pibe qué? ¿A él como lo llaman?, se defiende sin querer. Pero la teoría no resiste ser analizada desde ningún punto de vista. Donde el físico tiene una importancia superlativa, parece que el himen es rey. Quien lo tiene, posee una joya de la corona y nada la mancilla, ni los toqueteos ferozmente cobrados, ni los petes muy bien valuados. (...)
Un relato escalofriante que alerta sobre estas "nuevas" formas de prostitución.
La periodista Teresita Ferrari te cuenta en su nuevo libro la historia de diez chicas que asumen la prostitución con la naturalidad de una profesión cualquiera.
Alertada por el crecimiento de estas prostituciones “no convencionales”, la periodista Teresita Ferrari tomó contacto con chicas de diferentes procedencias y clases sociales, quienes asumen la prostitución con la naturalidad de una profesión cualquiera y se mantienen indiferentes a los tabúes, a los peligros y preconceptos que esta actividad y el inconsciente colectivo construyen sobre ellas mismas.
"Chicas caras", de Editorial Atlántida, es el resultado de dos años de investigación. En el libro, las diez jóvenes entrevistadas (a las que se cambiaron los nombres para preservar su integridad) relatan en primera persona cómo llegaron a intercambiar sexo por dinero, cómo son sus familias y por qué creen que no existen motivos para vivir con culpa "esto de cobrar”.
Aquí, algunos fragmentos del primer capítulo que ilustran muy bien el subtítulo de la obra: "Adolescentes que se prostituyen. Crónicas de consumismo y desamor":
"La extraordinaria belleza externa de Martina es evidente. Flaca y altísima como un junco, tiene una cara perfecta. El pelo larguísimo, lustroso y revuelto. Pero son sus ojos los que impresionan: esos ojos acaramelados o verdes, según cambie la luz, son ilegibles. Están deshabitados. Brillan duros y recelosos. Aunque miran, parecen no ver nada. (...)
(En la entrevista) Cuenta que es la mayor de dos mujeres, y que entre padres y abuelos se dedicaron siempre a darle seguridad en sí misma, a confirmarle que esa belleza descomunal le fue dada por la naturaleza y que debía cuidarla y hacerla valer. “¿Hacerla valer?”, repregunto un poco sorprendida ante la forma de ver la vida y cotizar la belleza puertas adentro de la familia, más propia del cóctel de glamour y negocios que se respira en las revistas o las pasarelas. “¡Me vas a decir que es lo mismo ser linda que fea!” (...)
Ahora es Martina la que se muestra sorprendida de mi ¿ingenuidad? Hay una explicación, y se la sabe de memoria. “Si sos linda y te vestís bien podés tener más oportunidades de plantarte en la vida, de ganar más, no sé... de tener otras oportunidades. Como dice mi vieja: si sos horrible, ya perdés en la primera entrevista para un laburo. Con los tipos ni hablar. Mis amigos se cagan de risa de chicas feas. Yo me sentiría un asco…" (...)
Martina lo tiene claro sin usar ninguna metáfora: ella es linda y puede sacar provecho de eso. Vale ser linda. La belleza tiene un valor de mercado. Un valor puesto por los hombres y en este caso por los deseos de hombres que todavía admitirían el diminutivo en el sustantivo y en varios adjetivos. (...)
Martina practica la prostitución entre sus compañeros del colegio y de salidas. Cobra muy bien y asegura que, manteniendo la virginidad, como asegura es su caso, lo suyo no es prostitución. “Que no me jodan con lo de prostitución… ¿Y el pibe qué? ¿A él como lo llaman?, se defiende sin querer. Pero la teoría no resiste ser analizada desde ningún punto de vista. Donde el físico tiene una importancia superlativa, parece que el himen es rey. Quien lo tiene, posee una joya de la corona y nada la mancilla, ni los toqueteos ferozmente cobrados, ni los petes muy bien valuados. (...)
Un relato escalofriante que alerta sobre estas "nuevas" formas de prostitución.
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