Infieles

El cybersexo es cada vez más común

Fuente: minutouno.com.ar
La Lic. DIana M. Resnicoff cuenta todo lo que hay que saber de las relaciones sexuales a través de Internet.
Por la Lic. Diana M. Resnicoff

Internet está por todas partes y se metió en la vida cotidiana de las personas de tal modo que modificó la forma de vincularse afectivamente. En la actualidad son muchos los varones y mujeres, los cibernautas, de diferentes edades, diferentes orientaciones sexuales y estado civil diferentes, que consumen sexo virtual en sus diversos formatos. Ávidos y curiosos por todo lo referido a lo sexual, encuentran en Internet un territorio fértil para saciar su curiosidad.

Mientras que para algunos, significa un espacio para consumir pornografía, encontrarse con diferentes personas, para otros ese espacio virtual es un área de juego, diversión, condición que les facilita la expresión en particular de sentimientos, usualmente reprimidos. Paradójicamente, las mayores intimidades se proyectan en el espacio más público del mundo.

Otra de las paradojas es que, a pesar de experimentar vivencias intensas, en realidad, no se está con nadie. Es un estar solo, con una máquina.

¿Qué cambia que sea virtual?
La sexualidad desarrollada virtualmente permite fundamentalmente un enorme despliegue de nuestras fantasías. Podemos adjudicarle a nuestro interlocutor un lugar idealizado. La ilusión aumenta, la creencia de que esa persona es la que tanto tiempo estuvimos buscando se afianza y por supuesto que ante la concreción de un encuentro físico, las probabilidades de una fuerte frustración (inversamente proporcional a la idealización) son altas. Por que? Porque los olores, las miradas, el contacto de la piel, la manera de actuar, algunos detalles físicos y otros tantos aspectos no percibidos virtualmente aparecen de repente y pueden tener efectos determinantes.

También es cierto que, a través del dialogo virtual, se expresan ciertos deseos, que, en la realidad, muchas veces le resulta al individuo difícil de tolerar o procesar por culpa, vergüenza, angustia, miedo: fantasías homosexuales, bisexuales, sadomasoquistas, grupales, swingers, exhibicionistas, voyeuristas, transvestistas, etc.

En mi consulta cotidiana, veo varones y mujeres cuya sexualidad se halla inhibida por la no aceptación de su cuerpo, por la dificultad (por timidez y ausencia de habilidades sociales y sexuales) para tomar contacto con una eventual pareja sexual y/o afectiva, por temor al fracaso o a no responder a las expectativas de los demás, por el miedo a contagiarse una enfermedad, por la dificultad para emprender una relación comprometida afectivamente y por temor al rechazo o a proponer fantasías que den lugar a burlas, degradación o incluso abandono.

A estas personas les resulta muy tentador canalizar su sexualidad de modo virtual: pueden acceder, de un modo relativamente sencillo, a un "partenaire" sexual, sin compromiso afectivo, con bajo o nulo riesgo de que fracase su rendimiento genital, de contagiarse enfermedades, la no necesidad de exponer el cuerpo (sobre todo en aquellos que no tienen una autoimagen corporal positiva), y además con la oportunidad de dar rienda suelta a sus fantasías más ocultas.

Dado el efecto que el erotismo virtual tiene sobre las fantasías sexuales, puede ser utilizado por parejas y personas solas en el tratamiento de la disminución del deseo. La activación de pensamientos positivos y excitantes, aumenta el deseo sexual e incita a la persona hacia algún tipo de actividad sexual. Pienso particularmente en parejas de muchos años de convivencia, aburridos como producto de la rutina y el descuido de su erotismo cotidiano, que encuentran en el sexo virtual un camino posible de diversificación de sus juegos sexuales sin los "riesgos" que puede deparar llevar a cabo esos actos en el plano real.

Por ello tenemos que reconocer que se trata de una nueva realidad que está entre nosotros que no es buena ni mala en sí misma. Lo importante, en todo caso, es que se pueda canalizar de manera tal que contribuya a desarrollar nuestra sexualidad y enriquecerla.

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