Arnon Grunberg: una vuelta de tuerca a la cuestión del tamaño
Fuente: clarin.com
Best seller y multipremiado, el autor se hizo famoso con una novela sobre un muchacho obsesionado con la pequeñez de su pene.
Un rato después de la entrevista, justo cuando termine la mesa redonda en la que participó –dentro del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires– Arnon Grunberg va a decir que no, no está dispuesto a declarar que Cómo me quedé calvo es una novela autobiográfica. Que sería fácil, pero no. Y, alrededor, todo el mundo se va a reír. Debe pasarle siempre lo mismo (que le sugieran que es autobiográfico, que se rían) porque Cómo me quedé calvo , la novela que hizo de este holandés un escritor famoso, es la historia de los sufrimientos de un adolescente que tiene muy chico el pene. La cosa queda clara cuando queda frente a frente con una chica: “Me quité los calzoncillos. Y sonreí. Sonreír no haría ningún daño” , dice Marek, el protagonista.
"Tienes el pene de un enano", dictamina la chica. "Sencillamente minusválido", concluye el hermano.
Con ese libro –que habla de algunas obsesiones, pero también de otras cosas como, por ejemplo, el vínculo con una madre de muuuy intensa vida sexual– Grunberg se hizo famoso casi sin querer.
Sí, sin querer. ¿Cómo es eso? Vamos desde el principio: Grunberg nació en 1971, quiso ser actor, no funcionó, decidió escribir. En 1994 publicó su primera novela, Lunes azules, que, oh, ganó el premio Anton Watcher a la mejor primera novela. Después sacó otros libros y en 2000 apareció Cómo me quedé calvo , que volvió a ganar el Anton Watcher. ¿Dos veces el premio a la primera novela? Ajá: es que ese libro salió no estaba firmado por Grunberg sino por un tal Marek van der Jagt. Después la novela se hizo conocida, se hizo best seller y los periodistas rastrearon hasta que encontraron al hombre detrás del seudónimo.
Y acá está Grunberg, tranquilo, sonriente, en Buenos Aires.
¿Cómo decidió ser dos autores?
Cuando salió mi primera novela, un editor de Nueva York me propuso escribir un libro para su casa. Pero yo tenía otro editor, y en Holanda no se estila cambiar de editor, entonces pensé en escribir con seudónimo. “Nadie tiene por qué saber que soy yo, puedo inventar una persona completamente nueva”, pensé. También pensé que esta nueva persona podría darme la libertad de escribir empezando de nuevo.
Así que esto partió de un engaño.
Sí, bueno, en la tradición literaria hay muchos que escribieron bajo seudónimo.
¿Consiguió pensar como otra persona?
Lo hice en ese momento. Para mí Marek era una alguien muy diferente, era más serio, venía de otro tipo de familia, de otro país.
Así que pudo volver a actuar
Actuar sin público, o con el público ahí, pero mucho después. Escribís y luego el público lo ve, pero no en el momento.
¿Quiso mantener vivo a Marek?
Primero fue solo para un libro, luego me gustó tanto que pensé en dejarlo vivo, pero vino todo lo del premio y la gente empezó a investigar y hubo artículos sobre el tema y bueno, lo descubrieron. Entonces dije que era yo, y que era el final de Marek. Está muerto.
En su novela, va contando lo que pasa y reflexionando, con el erotismo como punto central. Leí que lo comparan con Milan Kundera.
Me honra, Kundera es un gran novelista, pero no es su nombre el que primero viene a mi cabeza.
¿Usted se reconoce en una tradición literaria?
Yo tengo una tradición realista, de alguna manera. Me parece que una de las fallas del posmodernismo extremo es alejarse mucho del realismo, algo que es imposible.
Usted deja los pies en la tierra.
Sí, exactamente. Incluso si tenés mucho interés en el estilo o en la estructura de un texto, creo que si perdés el interés en los seres humanos no escribirás un buen libro. Así que demasiado énfasis en los aspectos formales te mata.
Es decir: quiere escribir de una forma nueva pero también decir algo.
Claro, querés decir algo, no es sólo un rompecabezas.
En uno de sus libros, el protagonista dice que cuando no hay que buscar qué comer cada día, se tiene mucha energía para el sexo.
Pensaba en Europa, próspera hace años.
¿Es un continente muy sexual?
En Europa la gente tiene miedo de perder la sexualidad al ser civilizado, porque una de las cosas que requiere la civilización es que suprimas tu instinto animal. Y hacer esto también significa perder el interés en la sexualidad. Así que sos lo suficientemente rico como para concentrarte en tu sexualidad pero no debes hacerlo.
¿Eso no es un poco perverso?
Sí: te dan las herramientas pero para que no lo hagas. Muchas cosas en nuestra civilización están un poco pervertidas.
Usted usa una ironía cruel, va desnudando la realidad de las palabras que la embellecen.
Sí, me gusta desnudar a la realidad. Ver la hipocresía, las pequeñas mentiras, pero sin ser demasiado moralista porque creo que necesitamos la hipocresía, no podés vivir sin un poco de hipocresía, sería imposible de llevar. A veces tenés que mentir; si no, te convertís en un monstruo.
¿Qué mentiras le gustaría que le dijeran?
Una vez una novia me preguntó si prefería la verdad o la mentira. Contesté: "la verdad". Y ella dijo: "¿aunque duela?"
Fragmentos:
Quizás todo empezó cuando descubrí que de mi cuerpo pendía el pene de un enano(...)
Si yo fuera un enano, me decía, mi pene dejaría de llamar la atención. Con suerte, alguna mujer se atrevería a lanzarme un piropo: "Vaya, qué grande la tienes para ser un enano".
En mis fantasías, no paraba de encogerme hasta que mi cuerpo se adaptaba armónicamente a las proporciones de mi miembro. Para mi asombro, la disminución del tamaño de mi cuerpo me resultaba más factible que el aumento de mi pene. Y mucho más deseable.
Best seller y multipremiado, el autor se hizo famoso con una novela sobre un muchacho obsesionado con la pequeñez de su pene.
Un rato después de la entrevista, justo cuando termine la mesa redonda en la que participó –dentro del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires– Arnon Grunberg va a decir que no, no está dispuesto a declarar que Cómo me quedé calvo es una novela autobiográfica. Que sería fácil, pero no. Y, alrededor, todo el mundo se va a reír. Debe pasarle siempre lo mismo (que le sugieran que es autobiográfico, que se rían) porque Cómo me quedé calvo , la novela que hizo de este holandés un escritor famoso, es la historia de los sufrimientos de un adolescente que tiene muy chico el pene. La cosa queda clara cuando queda frente a frente con una chica: “Me quité los calzoncillos. Y sonreí. Sonreír no haría ningún daño” , dice Marek, el protagonista.
"Tienes el pene de un enano", dictamina la chica. "Sencillamente minusválido", concluye el hermano.
Con ese libro –que habla de algunas obsesiones, pero también de otras cosas como, por ejemplo, el vínculo con una madre de muuuy intensa vida sexual– Grunberg se hizo famoso casi sin querer.
Sí, sin querer. ¿Cómo es eso? Vamos desde el principio: Grunberg nació en 1971, quiso ser actor, no funcionó, decidió escribir. En 1994 publicó su primera novela, Lunes azules, que, oh, ganó el premio Anton Watcher a la mejor primera novela. Después sacó otros libros y en 2000 apareció Cómo me quedé calvo , que volvió a ganar el Anton Watcher. ¿Dos veces el premio a la primera novela? Ajá: es que ese libro salió no estaba firmado por Grunberg sino por un tal Marek van der Jagt. Después la novela se hizo conocida, se hizo best seller y los periodistas rastrearon hasta que encontraron al hombre detrás del seudónimo.
Y acá está Grunberg, tranquilo, sonriente, en Buenos Aires.
¿Cómo decidió ser dos autores?
Cuando salió mi primera novela, un editor de Nueva York me propuso escribir un libro para su casa. Pero yo tenía otro editor, y en Holanda no se estila cambiar de editor, entonces pensé en escribir con seudónimo. “Nadie tiene por qué saber que soy yo, puedo inventar una persona completamente nueva”, pensé. También pensé que esta nueva persona podría darme la libertad de escribir empezando de nuevo.
Así que esto partió de un engaño.
Sí, bueno, en la tradición literaria hay muchos que escribieron bajo seudónimo.
¿Consiguió pensar como otra persona?
Lo hice en ese momento. Para mí Marek era una alguien muy diferente, era más serio, venía de otro tipo de familia, de otro país.
Así que pudo volver a actuar
Actuar sin público, o con el público ahí, pero mucho después. Escribís y luego el público lo ve, pero no en el momento.
¿Quiso mantener vivo a Marek?
Primero fue solo para un libro, luego me gustó tanto que pensé en dejarlo vivo, pero vino todo lo del premio y la gente empezó a investigar y hubo artículos sobre el tema y bueno, lo descubrieron. Entonces dije que era yo, y que era el final de Marek. Está muerto.
En su novela, va contando lo que pasa y reflexionando, con el erotismo como punto central. Leí que lo comparan con Milan Kundera.
Me honra, Kundera es un gran novelista, pero no es su nombre el que primero viene a mi cabeza.
¿Usted se reconoce en una tradición literaria?
Yo tengo una tradición realista, de alguna manera. Me parece que una de las fallas del posmodernismo extremo es alejarse mucho del realismo, algo que es imposible.
Usted deja los pies en la tierra.
Sí, exactamente. Incluso si tenés mucho interés en el estilo o en la estructura de un texto, creo que si perdés el interés en los seres humanos no escribirás un buen libro. Así que demasiado énfasis en los aspectos formales te mata.
Es decir: quiere escribir de una forma nueva pero también decir algo.
Claro, querés decir algo, no es sólo un rompecabezas.
En uno de sus libros, el protagonista dice que cuando no hay que buscar qué comer cada día, se tiene mucha energía para el sexo.
Pensaba en Europa, próspera hace años.
¿Es un continente muy sexual?
En Europa la gente tiene miedo de perder la sexualidad al ser civilizado, porque una de las cosas que requiere la civilización es que suprimas tu instinto animal. Y hacer esto también significa perder el interés en la sexualidad. Así que sos lo suficientemente rico como para concentrarte en tu sexualidad pero no debes hacerlo.
¿Eso no es un poco perverso?
Sí: te dan las herramientas pero para que no lo hagas. Muchas cosas en nuestra civilización están un poco pervertidas.
Usted usa una ironía cruel, va desnudando la realidad de las palabras que la embellecen.
Sí, me gusta desnudar a la realidad. Ver la hipocresía, las pequeñas mentiras, pero sin ser demasiado moralista porque creo que necesitamos la hipocresía, no podés vivir sin un poco de hipocresía, sería imposible de llevar. A veces tenés que mentir; si no, te convertís en un monstruo.
¿Qué mentiras le gustaría que le dijeran?
Una vez una novia me preguntó si prefería la verdad o la mentira. Contesté: "la verdad". Y ella dijo: "¿aunque duela?"
Fragmentos:
Quizás todo empezó cuando descubrí que de mi cuerpo pendía el pene de un enano(...)
Si yo fuera un enano, me decía, mi pene dejaría de llamar la atención. Con suerte, alguna mujer se atrevería a lanzarme un piropo: "Vaya, qué grande la tienes para ser un enano".
En mis fantasías, no paraba de encogerme hasta que mi cuerpo se adaptaba armónicamente a las proporciones de mi miembro. Para mi asombro, la disminución del tamaño de mi cuerpo me resultaba más factible que el aumento de mi pene. Y mucho más deseable.
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