“Telos”, más caros: los clientes piden rebajas y mudan el sexo a casa
28/06/14
Fuente: clarin.com
En un año la ocupación cayó 40%. Y sólo resisten como refugio de relaciones clandestinas. Con consentimiento de los padres, los jóvenes optan por sus cuartos.
A fines de los 90, quienes teníamos 17, 18 años, íbamos a los telos –supongamos, los de Avenida Gaona– a desarrollar los temas que en casa sólo podíamos abordar de arrebato. Se hacía lo que se podía: hemos entrado caminando (sobrios y a pleno sol), nos ha venido a retirar el mismo remisero que nos llevaba al colegio y hemos llevado champagne escondido conociendo nuestras limitaciones con el frigobar. Eramos muy jóvenes y los telos que podíamos pagar tenían eso: olor a telo, juegos de espejos en el techo, potro del amor, cortinas floreadas y a veces, incluso, tela plástica debajo de las sábanas. Se hacía lo que se podía, decíamos, pero se iba. Sin embargo, los tiempos, las decoraciones y los hábitos fueron cambiando: los telos, como todo, se pusieron más caros, los padres más permisivos, cada vez más gente vive sola y hubo que buscarle la vuelta a tener sexo en casa.
Lo dice Néstor Casaprima, presidente de la Federación Argentina de alojamientos por horas (Fadeaph). “Estamos pasando por una situación bastante complicada: tenemos niveles de ocupación 40% más bajos que el año pasado. Hay que remontarse a la crisis de 2001 para encontrar niveles más bajos de actividad que los actuales”, dijo a Clarín. Y no sólo eso, sino que los que siguen yendo van “de ratones”: “Llegan menos parejas, y las que recibimos intentan notoriamente gastar menos. Sigue bajando la ocupación de las habitaciones de mayor categoría, como las que tienen hidromasaje, y creciendo la de las comunes. Además, bajó bastante lo que se consume en la habitación, principalmente el champagne, el whisky y la cerveza”.
Los telos –antes, “los amueblados”– son un fenómeno casi exclusivamente local. Tener un lugar donde pagar por un turno para tener sexo o incluso tener una razón para usar la palabra “pernoctar” no es algo que pase en cualquier parte del mundo. Pero más allá del precio (pernoctar en una “suite de diseño” o “Suprema” cuesta $640 en el hotel Black Jack y $1250 en el General Paz) ¿por qué va cada vez menos gente?
“Si hablamos de los adolescentes, creo que los padres son más permisivos que en otras épocas y pueden aceptar mejor que sus hijos tengan un espacio de intimidad dentro de casa. A eso, se suma el tema de la seguridad y el ‘prefiero que estén acá y no que anden por la calle”, dice Adrián Helien, sexólogo y psiquiatra del Hospital Durand. “Creo que hoy los telos quedaron reservados para quienes no tienen otro lugar, para las relaciones no blanqueables, para los que se excitan con esa fantasía –los espejos, los juguetes eróticos, el hidromasaje– y para encuentros ocasionales con alguien que uno conoce por chat y no quiere arriesgar a llevar a su casa”.
El sexo en casa se volvió, en cambio, un Plan A para quienes viven solos (según el último censo, más de 2 millones de personas viven solas en el país). ¿Qué pierde el sexo cuando se queda sin telo? “Lo que sucede, cuando sos adulto y querés tener sexo en casa pero sabés que tus hijos pueden entrar o estar escuchando, es que el sexo se va empobreciendo: no podés gritar, no podés gemir fuerte, no podés dar un chirlo, la cama no puede hacer ruido, y así uno se va limitando”, dice el sexólogo Patricio Gómez Di Leva. “Además –agrega la sexóloga y ginecóloga Sandra Magirena–, a muchas personas les quitás el telo y les quitás la intimidad, que es el elemento fundamental para la respuesta orgásmica, sobre todo para las mujeres. Yo me arriesgo a decir, también, que se tiene menos sexo que antes”.
Y sostiene otra hipótesis: “Hay un cambio de paradigma: muchas mujeres de entre 30 y 40 años se quejan de la dificultad para concretar un encuentro sexual. Dicen que están ‘anestesiados de erotismo’. Esto es, que cuando tienen la posibilidad, van directo a tener sexo, sin cortejo, sin juego, sin fantasía. ¿Y qué es el telo? Un espacio donde no sólo se va a tener sexo: uno va a jugar, a darse un masaje, a mirar una película erótica. Justamente se va menos a los telos cuando parece que todo esto sobra”.
Como sea, la crisis del telo tiene que tener algo bueno. Hay promociones, hay una “tarjeta erógena” de descuentos, hay consumiciones gratis, hay estadías largas por el mismo valor que un turno, hay aplicaciones para celulares que indica dónde está el hotel más cercanos si toca resolver el asunto rápidamente. Y si algo falla, se cae, se escucha, se apura, lo que sea, para el día siguiente, hay un grupo de Facebook que te banca: se llama “Me pasó en un telo”.
Fuente: clarin.com
En un año la ocupación cayó 40%. Y sólo resisten como refugio de relaciones clandestinas. Con consentimiento de los padres, los jóvenes optan por sus cuartos.
A fines de los 90, quienes teníamos 17, 18 años, íbamos a los telos –supongamos, los de Avenida Gaona– a desarrollar los temas que en casa sólo podíamos abordar de arrebato. Se hacía lo que se podía: hemos entrado caminando (sobrios y a pleno sol), nos ha venido a retirar el mismo remisero que nos llevaba al colegio y hemos llevado champagne escondido conociendo nuestras limitaciones con el frigobar. Eramos muy jóvenes y los telos que podíamos pagar tenían eso: olor a telo, juegos de espejos en el techo, potro del amor, cortinas floreadas y a veces, incluso, tela plástica debajo de las sábanas. Se hacía lo que se podía, decíamos, pero se iba. Sin embargo, los tiempos, las decoraciones y los hábitos fueron cambiando: los telos, como todo, se pusieron más caros, los padres más permisivos, cada vez más gente vive sola y hubo que buscarle la vuelta a tener sexo en casa.
Lo dice Néstor Casaprima, presidente de la Federación Argentina de alojamientos por horas (Fadeaph). “Estamos pasando por una situación bastante complicada: tenemos niveles de ocupación 40% más bajos que el año pasado. Hay que remontarse a la crisis de 2001 para encontrar niveles más bajos de actividad que los actuales”, dijo a Clarín. Y no sólo eso, sino que los que siguen yendo van “de ratones”: “Llegan menos parejas, y las que recibimos intentan notoriamente gastar menos. Sigue bajando la ocupación de las habitaciones de mayor categoría, como las que tienen hidromasaje, y creciendo la de las comunes. Además, bajó bastante lo que se consume en la habitación, principalmente el champagne, el whisky y la cerveza”.
Los telos –antes, “los amueblados”– son un fenómeno casi exclusivamente local. Tener un lugar donde pagar por un turno para tener sexo o incluso tener una razón para usar la palabra “pernoctar” no es algo que pase en cualquier parte del mundo. Pero más allá del precio (pernoctar en una “suite de diseño” o “Suprema” cuesta $640 en el hotel Black Jack y $1250 en el General Paz) ¿por qué va cada vez menos gente?
“Si hablamos de los adolescentes, creo que los padres son más permisivos que en otras épocas y pueden aceptar mejor que sus hijos tengan un espacio de intimidad dentro de casa. A eso, se suma el tema de la seguridad y el ‘prefiero que estén acá y no que anden por la calle”, dice Adrián Helien, sexólogo y psiquiatra del Hospital Durand. “Creo que hoy los telos quedaron reservados para quienes no tienen otro lugar, para las relaciones no blanqueables, para los que se excitan con esa fantasía –los espejos, los juguetes eróticos, el hidromasaje– y para encuentros ocasionales con alguien que uno conoce por chat y no quiere arriesgar a llevar a su casa”.
El sexo en casa se volvió, en cambio, un Plan A para quienes viven solos (según el último censo, más de 2 millones de personas viven solas en el país). ¿Qué pierde el sexo cuando se queda sin telo? “Lo que sucede, cuando sos adulto y querés tener sexo en casa pero sabés que tus hijos pueden entrar o estar escuchando, es que el sexo se va empobreciendo: no podés gritar, no podés gemir fuerte, no podés dar un chirlo, la cama no puede hacer ruido, y así uno se va limitando”, dice el sexólogo Patricio Gómez Di Leva. “Además –agrega la sexóloga y ginecóloga Sandra Magirena–, a muchas personas les quitás el telo y les quitás la intimidad, que es el elemento fundamental para la respuesta orgásmica, sobre todo para las mujeres. Yo me arriesgo a decir, también, que se tiene menos sexo que antes”.
Y sostiene otra hipótesis: “Hay un cambio de paradigma: muchas mujeres de entre 30 y 40 años se quejan de la dificultad para concretar un encuentro sexual. Dicen que están ‘anestesiados de erotismo’. Esto es, que cuando tienen la posibilidad, van directo a tener sexo, sin cortejo, sin juego, sin fantasía. ¿Y qué es el telo? Un espacio donde no sólo se va a tener sexo: uno va a jugar, a darse un masaje, a mirar una película erótica. Justamente se va menos a los telos cuando parece que todo esto sobra”.
Como sea, la crisis del telo tiene que tener algo bueno. Hay promociones, hay una “tarjeta erógena” de descuentos, hay consumiciones gratis, hay estadías largas por el mismo valor que un turno, hay aplicaciones para celulares que indica dónde está el hotel más cercanos si toca resolver el asunto rápidamente. Y si algo falla, se cae, se escucha, se apura, lo que sea, para el día siguiente, hay un grupo de Facebook que te banca: se llama “Me pasó en un telo”.
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